Sunday, September 14, 2008

Yo, al norte de la Ciudad de México, fuera de la Ciudad a la vez. Mi Camarada (como solíamos llamarnos al inicio de nuestra amistad)  al sur de la Ciudad de México. Él sí, dentro de la Ciudad. 

Haciendo largos viajes desde Ecatepec, hasta la Ciudad Universitaria en el sur de la ciudad, o viajes "cortos" desde Tasqueña, ibamos y recibiamos ese impulso de nuestros profesores, amigos, y padres que,  si acaso nos topamos un par de veces por los pasillos de la Facultad, los dos caminabamos en el mismo sentido que el viento soplaba, aunque, como bien lo nota mi Compa, en polos opuestos del mismo barco: norte-sur, sur-norte, quien sabe que es primero o después; pero son polos de una misma ciudad que los dos estamos fascinados por ella. 

En lo personal recuerdo las caminatas sabatinas por la tarde, después de regresar de las clases de los sabados por la mañana. Caminatas por la calle Madero, desde el metro Hidalgo o Juárez, y que culminaban sea en el Zócalo, o en la "American Bookstore",  donde por horas me la pasaba fascinado por libros y revistas de Matemáticas y de Física que no encontraba en mi idioma, juntando ahorros para comprar algunos de ellos, y tratar de aprender un poco mas de inglés y de Matemáticas y de Física a la vez ... 

Esto me pone a reflexionar que esas clases sabatinas fueron las que creo son el motivo, o quizá "explicación" o "razón" de venir a la escuela a estudiar los fines de semana.  No lo sé, pero hasta donde recuerdo, desde entonces vengo los sábados (y ahora domingos también) a la escuela.

Esto solo es manera de introducción (una más), a lo que queremos platicar: nuestras experiencias que hemos vivido o vivimos en el extranjero haciendo principalmente nuestros estudios de posgrado (maestría y doctorado), uno en Texas, el otro en Arizona. Ahora ya no en lados "opuestos" del barco, y quizá "más cerca" que antes, por lo que se forjó más esta amistad, a traves de influencias y una simbiósis de amigos que en pocas ocasiones se da, y con a la vez con muy pocas personas. 

Así pues, entré a la sala de espera, me subí al avión el cual partió, con puntualidad gringa, a las  11am del domingo 24 de agosto de 1997, tan solo dos días después de mi examen profesional en la Facultad de Ciencias de la UNAM, para aterrizar esa misma tarde, en la ciudad de Tucson, Arizona.

Todo esto era solo el comienzo de una historia de retos que, eventualmente, fuimos superando o  haciendo frente sin saber si los superamos o no. Simplemente, les ibamos haciendo frente, dejándolos atrás, como flechas saliendo del arco, libres, sintiendo el aire rozar nuestros rostros y despeinando nuestro cabello. 

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